Existe un álbum ilustrado para niños de Emilio Urberuaga y Paz Rodero que nos anima a reflexionar en el valor de lo diferente y en nuestras propias peculiaridades que nos hacen ser especiales. El libro comienza con un suceso inesperado. ¡Un huevo enorme cae desde el cielo en un barco! De este huevo nace un ser muy raro para el resto de los animales que vivían en la selva. El cuento narra que un camaleón —bastante entrometido— decide observar el comportamiento de este animal extraño de una forma fastidiosa. Sin embargo, lo más sorprendente de la historia es el planteamiento que produce este ser singular en la mente de los otros animales de la selva; ¿acaso no es más raro un animal que cambia de color (por el camaleón), o no es más raro una tortuga llevando siempre su casa a cuestas, o un avestruz escondiendo la cabeza en la tierra creyendo pasar desapercibida? De esta manera los animales se dieron cuenta que en realidad todos poseen alguna diferencia, pero que eso no tiene nada de malo.
Cada uno de nosotros tiene características que nos hacen ser especiales y distintos uno del otro. Esto no ha de juzgarse, por el contrario, debe ser comprendido, tolerado y aceptado con amor (1 Co 13). En una dimensión horizontal —como seres creados con un valor incalculable al ser hechos a la imagen de Dios— debemos ser empáticos con nuestro prójimo, entender que existe una realidad detrás de cada persona, que tenemos que tratar al resto como desearíamos que nos tratasen (Mt 7:12). Por otro lado, en una dimensión vertical, está la mirada de un Dios lleno de amor y tolerancia por sus hijos. Un Dios en el cual “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg 1:17). Un Dios que no cambia por los tiempos, circunstancias, ni mucho menos por nuestras diferencias o condiciones. La intensidad de su amor es igual para todos.
Hagamos de nuestro colegio una comunidad inclusiva, que nos una la valoración y comprensión de nuestra diversidad.
